cronicas
APASIONADOS
Con Sergio Guarné - Premio "Reconocimiento Musical 2023"
Iniciarse en la Música
Aunque tengo recuerdos vagos de mis inicios en la música, hay flashes en mi mente que son imborrables. Corría el año 1986, con 6 años de edad, cuando aquel pequeño bajaba por la Calle Cantarero, camino a las clases de jota con el grupo folclórico “Nuestra Señora de la Alegría”. Me gustaba cantar, me gustaba sentir esa emoción de quien se aprende una canción de memoria tarareando sin parar durante la semana. “Soñé que la Nieve Ardía” retumbó en mi cabeza meses hasta cantarla en la plaza del Ayuntamiento. Salir a un escenario y ver a cientos de personas mirándote es un desafío, se agita la respiración, y en ese momento, cuando escuchas los primeros acordes, no hay vuelta atrás, abres la boca y de forma natural expresas tus sentimientos de la mejor manera que puedes”.
Poco tiempo después, la trompeta se acercó a mi vida gracias a mis hermanos, que siempre han sido un espejo donde mirar. Ellos estudiaban guitarra y piano en la Escuela de Música y, posteriormente, fueron miembros fundadores de la banda “La Lira”. De ahí que en 1987 entrara en la Escuela de Educandos y unos meses después hiciera mi debut en el concierto de “Santa Cecilia”, en el salón del Restaurante Piscis. Guardo grandes recuerdos de esos inicios, la música siempre significa alegría y agradezco enormemente a las personas que me ayudaron a formarme humana y musicalmente. Luis Díaz, director de “La Lira”, confió en mí desde el principio y me ayudó mucho porque siempre me hacía solear en cada concierto. El escenario se convirtió en natural y adictivo, siendo el mejor campo de entrenamiento que un niño puede tener.
Otro hecho determinante fue la llegada del conservatorio a nuestra ciudad. En aquel momento, creo que ninguno de aquellos jóvenes estudiantes fuimos conscientes de la oportunidad que se nos abría al mundo teniendo un centro educativo de esas características. Desde los 8 años he convertido aquella pasión en una forma de vida que me ha permitido tocar por todo el mundo, y ahora, con una perspectiva de 35 años con la trompeta en los labios, me vienen muchas preguntas a la cabeza. Por ejemplo, ¿qué habría sido de mí sin un entorno familiar que me hubiera animado a comenzar mis estudios musicales? ¿Qué habría sido de los centenares de músicos, amateurs o profesionales que hemos salido de la banda o del conservatorio si no hubiéramos tenido esa oportunidad? ¿Qué importancia tienen nuestras instituciones en el desarrollo humano y cultural de nuestra sociedad? ¿Cómo puedo ayudar a las siguientes generaciones?
Ahí van mis pequeñas reflexiones de esas preguntas. En primer lugar, animo a las nuevas generaciones de padres y madres que transmitan el amor por la música a sus hijos como hicieron los míos. Es un lenguaje universal que nos permite compartir emociones, una forma de expresión que nos hace más sensibles y humanos y, también, una forma de entender la disciplina y la exigencia como un modelo de vida.
En mi caso la segunda respuesta es muy fácil. Hubiera sido mucho más infeliz, estoy convencido de ello. Por eso, solo tengo palabras de agradecimiento hacia todas aquellas personas que lucharon para que existiera una banda de música y un conservatorio de música en Monzón. Algunas de ellas ya no están con nosotros, pero allí donde estéis, muchas gracias de corazón.
En tercer lugar, nuestras instituciones tienen una responsabilidad fortísima de seguir apoyando y mejorando nuestra vida cultural. Y cuidado, digo cultura y no festejo. Vivimos un momento de la sociedad donde se confunde muchas veces el acto de cultivar con buen gusto con el puro entretenimiento u ocio. En Aragón aunque mejoramos considerablemente en los años 80 y 90 seguimos estando lejos en inversión de cultura de otras regiones del país y muy lejos de Europa. Según los últimos datos del Ministerio, nuestra región es la tercera por la cola en inversión, así que debemos exigir a nuestros gobernantes que cuiden este apartado porque la cultura nos hace mejores como sociedad. No es ningún capricho, es una necesidad.
Para terminar, mi compromiso con las nuevas generaciones es máximo. Intento que desde pequeños tengan conciencia de que el tiempo que no aprovechan no se recupera nunca más, se pierde. El sacrificio, la humildad y la constancia son aspectos comunes a muchas profesiones, pero las emociones que transmite la música son únicas.
Ser músico no es una profesión, es una forma de vida.
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