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La Casa de Las Mil Guitarras
Eric Clapton | Just One Night
Solo una Noche, pero Maravillosa
Sergio Canal
Hubo un tiempo en que la música en formato físico, se vivía de otra manera. Se sentía con más apego, detenimiento y expectación, con los cinco sentidos. Sencillamente, esto se daba, porque no la teníamos tan al alcance de la mano. Escuchar un disco requería de una especie de ritual para saciar esa pasión despierta, que nos latía dentro.
Oírlo era desempolvar el pasado, abrir la puerta a otros mundos, a otras épocas, a otros sonidos. Desplegar el interior, olerlo, leer sus letras e incluso palparlo, era un verdadero ejercicio de liturgia nostálgica.
El hecho de posar sutilmente la aguja sobre los plásticos, para desafiar la ley natural de la gravedad, resultaba asombroso y fascinante. Cantar la letra a pulmón, mientras sonaba tu canción, era una verdadera locura. Ojear sus textos y mirar sus fotos, se convertía en una gran ceremonia, ya fuera entre amigos, o solo, tumbado en el suelo de tu habitación, acompañado únicamente de la soledad.
Era como viajar en el tiempo, mientras la vida giraba a la velocidad de un disco de treinta y tres revoluciones por minuto. Una vuelta por el fondo de esos surcos, que los años desgastaron, era un paseo por las nubes. Te sentías libre… pleno.
Ni cabe nombrar que entonces, todos carecíamos de móvil, redes sociales o plataformas digitales. Tan solo teníamos la calle, la música, la pandilla, aquella chica tan guapa, cuatro sueños todavía por nacer y algún que otro balón con chichón (el que lo tenía), para rematar en la pared.
Así que un día, este tal yo, o ese chico tan obcecado con el rock, se perdió buscando en las minas del Rey Salomón. Ahí halló un deslumbrante tesoro entre sus manos. Un doble vinilo titulado “Just One Night” (Solo una noche). Rubricado por uno de los músicos del momento, Eric Clapton. Al que todos conocían como “Slowhand” (Manolenta) y que a la postre se convertiría en uno de los músicos más influyentes de la historia.
Ese disco cambiaría mi manera de entender la música, mi percepción sobre la misma. Con él amplié miras y mi oído emocional comenzó a excitarse ante una de las ramificaciones de dicho género: el blues
Antes de su andadura en solitario, Clapton tuvo una deslumbrante trayectoria. Compartió éxitos en Yardbirds, junto a Jimmy Page y Jeff Beck, en los Bluesbreakers de John Mayall, con Cream o Dereck & The Dominos.
“Just One Night” es su tercer trabajo en directo y se grabó durante dos noches en diciembre de 1979 en el Budokan Theatre de Tokio, para ser publicado en 1980. Con dicha entrega, este purista del blues llevó su música a otros horizontes y alcanzó cotas insospechadas.
“Blackie” es como bautizó el británico a la reina de la noche, esa guitarra negra que acomodaba y refugiaba en su cintura, a lo largo de todo este directo. Una Stratocaster del 57, a la que hacía hablar, llorar o estremecerse por igual. Que iba y venía, como un deseo evanescente, a lo largo de los cortes.
Clapton además de mostrar aquí su talento guitarrístico y una técnica impoluta, pulcra y cristalina, muestra un estado de forma exultante. Parece hacer honor a aquella mítica pintada aparecida en Gran Bretaña, que rezaba “Clapton is God” (Clapton es Dios). Da la sensación, al oírlo tocar, de ver a un ser divino elevarse por encima de todo y caminar sobre las aguas de un mar de fans enloquecidos, que aplaudían sincronizados en perfecta comunión.
"Escuchar un disco era un ritual que te hacía viajar en el tiempo. Con ‘Just One Night’, Clapton alcanzó la perfección, proyectando magia con su guitarra y consolidándose como un maestro eterno. Solo fue una noche… pero maravillosa."
Sergio Canal
Eric canta de manera excepcional blues y rock… y parece evocar o invocar en todo momento al espíritu de Robert Johnson y al color de su voz. Él, como siempre, yace absorto, con los ojos cerrados e inmerso en esa aura de misticismo, manteniendo esa pose que siempre ha envuelto la figura del magistral bluesman.
Su manera de tocar en este álbum, es una constante exhibición de solos delirantes y desbocados que mueren en finales apoteósicos.
Su banda de acompañamiento, los “Double Trouble” son simplemente espectaculares. Una maquinaria perfectamente engrasada para el directo. Destaca, por encima de todos, el excelente guitarrista, Albert Lee, pero los Dave Markee, Henry Spinetti o Chris Stainton no se quedan atrás. Un combo de altísimo nivel, donde el talento brota a borbotones.
El repertorio resulta una mezcla perfecta de canciones tradicionales, blues clásicos, boggies o épicas versiones de su padre musical, J. J. Cale, como “After Midnight” o esa obra de arte que lleva por nombre “Cocaine”. Por supuesto, también temas de cosecha propia, donde destaca una de las canciones más bellas jamás escrita: “Wonderful Tonight” (Maravillosa esta noche).
Wonderful Tonight, puede ser la nota discordante del “Set list”, por su estilo, por su forma, pero posee una aureola etérea, que la hace imprescindible. Es la balada por excelencia. Un suspiro impregnado de melancolía, es la seda acariciando tu cara, tus instintos. Es frágil y delicada. Siempre te llega, a veces te hunde, nunca falla, no envejece, te toca, te marca, te invade, te seduce, te enamora… Te tiene siempre a su merced. Sus notas sueltas al viento, se suspenden en el aire y en el tiempo. Ese emotivo fraseo te abraza con pasión, besa tu boca y muerde tu cuello, hasta lograr arañarte la espalda… Y el corazón.
En definitiva, un doble disco memorable, ya legendario, de trascendental relevancia. Un álbum en vivo, desgarrador, donde las canciones, son clases magistrales, para consolidar a un artista y a una banda en un estado de gracia perpetuo.
Puede que Clapton no sea Dios… O sí, pero yo siempre lo vi con esa distinción suprema. Como ese prestidigitador de los acordes, que nació de la calle y vivió demasiado tiempo en el alambre, al borde del abismo, burlando al destino. Un Maestro sin patrón.
Suena “SlowDown Linda” y vuelvo atrás en el tiempo. Sus primeros compases me encuentran sentado en el suelo de la casa de mi niñez, tatareando, con una carátula desplegada sobre mis rodillas. El tímido sol de la mañana se cuela como un intruso por la ventana y dibuja mi sombra sobre la pared. Afuera la calle huele a vida, la música se confunde con el trajín de la gente y el día… Todo está tal como lo dejé.
Ahora que sorprendí al pasado trepando por mi balcón, he decidido tomarme un tiempo antes de volver al presente, donde las preocupaciones te asaltan a punta de navaja, a plena luz del día. Primero deseo disfrutar un poco más del ayer, además debo retomar este fantástico disco, que es parte importante de la banda sonora de mi vida.
Quiero revivir esa inolvidable velada, donde un haz de luz, brilló más que las estrellas que danzaban en lo alto. Ese rayo de luna, provenía de una guitarra negra, como la oscuridad, pero que proyectaba una luz cegadora, que salpicó todo de magia.
Después de la tormenta eléctrica, se apagaron los sueños, el hechizo se difuminó y la noche se hizo silencio.
Sí, solo fue una noche,… Pero maravillosa.
¡Sed Felices!
Sergio Canal
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